Mi tío Macario

Esta mañana temprano
salgo a la puerta de casa,
sentado está en el madero,
tomando el sol de mañana,
mi tío abuelo Macario,
con su boina y su cachava.
Siempre me habla y sonríe
y me sigue su mirada.
Manos venosas, huesudas,

de una vida trabajada.
Le gusta hablar con los niños,
aunque casi no oye nada,
me regala una ciruela
que en sus manos manejaba,
a cambio de prometer
que cuando al cielo se vaya
le rezaré un padrenuestro
para ayuda de su alma.

Siempre me pregunta cosas
de la escuela y de la casa,
llega mi primo José,
”Corralejo”, así le llama.

Al levantarse me pide 
que le acerque su cachava,
apoyado en ella va
muy despacio hacia su casa.
Estos días ya no sale,
está muy malo en la cama,
veo al cura y monaguillos
que vienen hacia su casa,
le traen los sacramentos,
la gente queda a la entrada.
Muy de mañana se oye
el repique de campanas,
ha muerto mi tío Macario,
en Dios descansa su alma.
¡Qué pena! Yo me retiro,
voy a cumplir mi palabra.