En la ladera del monte.

En la ladera sombría
del vallecito que sube,
bajo el sendero del monte
que lleva hasta la cumbre,
hay un grupito de robles
entremezclado con urces,
muy cerca pasa el arroyo,
rápida agua que fluye,
y sobre el cielo azulado
pasan despacio las nubes.
Pero se rompe la calma
una mañana de octubre,
cuando por aire se acerca
un humo negro que sube,
viene del fondo del valle,
los pajaritos ya huyen,
el fuego pasa despacio,
todo lo arrasa la lumbre,
y a la ladera del monte
negras cenizas la cubren,
luego ha pasado el otoño,
viento y tormentas que rugen,
y en este invierno tan frío
un manto blanco ella luce,

sólo destacan muy negros
palos erguidos cual cruces.
Hoy he pasado de nuevo
por el sendero que sube,
ya son más largos los días,
se han retirado las nubes,
y el sol radiante calienta
sobre este cielo de azules,
me he refrescado en el agua
del arroyuelo que bulle
y, he buscado de nuevo
aquellos robles y urces.
De su raíz escondida
hay nuevos tallos que surgen,
con nuevas hojas, tan grandes,
que mis dos manos no cubren,
en poco tiempo han crecido
porque la vida les urge.
¡Qué gran ejemplo me han dado,
no abandonar por costumbre,
debo afrontar los fracasos
con nueva fuerza y empuje!